Rituales, sacrificios
y el que no debió nacer.
El cielo estaba rojo y arremolinado,
tormentas azotaban la región como si quisieran sepultarla en nieve y furia. El
bosque negro era una mancha en el paisaje, antiguo como la tierra misma su
aroma a humedad y carne descompuesta hedía más fuerte que nunca. Las furiosas
ráfagas de viento generadas por la tormenta arrastraban el hedor por kilómetros
azotando al pequeño poblado enclavado al pie de la montaña, forzando a sus
habitantes a esconderse en sus casas.
La gente esperaba, rogaba por el
amanecer, que el sol borrase las pesadillas que recorrían sus calles y aquellas
bestias de ojos rojos que aullaban en el horizonte. Mientras tanto en la
pequeña cabaña del cazador justo en el centro de aquel bosque la paz reinante contrastaba
con el exterior. Las lámparas bañaban las habitaciones con una suave bruma
amarilla y el humo de leña ardiendo se escapaba hacia el cielo gris, la entrada
al hogar estaba adornada con flores, hierbas y una calabaza que había sido
tallada con una cara sonriente y siniestra. Un recipiente con fruta y pastel
recién orneado había sido dejado en el umbral custodiado por la macabra
calabaza, a la espera seguramente de los visitantes que andaban ahí fuera en el
bosque.
El hogar estaba inundado por el aroma
a tierra húmeda y mandrágora, el cazador descansaba en un sillón grande ubicado
justo al centro de la habitación, similar a un trono construido con los restos
de animales muertos, cubierto con una piel de lobo gris muy gruesa y tupida. A
los pies del hombre yacía la que alguna vez fue su esposa y que por su
apariencia no distaba de un animal salvaje toda sucia apenas cubierta con
jirones de tela, su piel estaba oscurecida y su delgadez había llegado al punto
de marcar sus huesos en ella. Pese a su deplorable condición su vientre estaba
crecido e hinchado, signo evidente de su avanzado embarazo. Mientras se
acurrucaba como un perro a los pies del funesto trono roía la carne de los
huesos que el cazador le arrojaba; el sonido que hacia mientras masticaba se
mezclaba con los gruñidos y otros ruidos guturales que de su pecho manaban, cualquier
señal de humanidad o cordura habían dejado hace mucho tiempo ese cuerpo
marchito.
Del otro lado de la habitación se
encontraba la niña que hace un año había
sido recogida en medio de la nieve por el hombre, en contraste con el cuerpo de
la mujer del cazador su piel seguía siendo suave y blanca, su cabello tomado en
una trenza llegaba casi a su cintura y estaba desnuda luciendo su abultado
vientre producto sin duda de su embarazo. Su cuerpo estaba decorado con
símbolos de color azul y sus ojos plateados estaban perdidos en la danza
ejecutada por las flamas de la chimenea. De a ratos se sacudía y convulsionaba
escupiendo trozos de pus negro que ardían al tocar la flama.
Sin previo aviso cayo de rodillas y
la pintura que adornaba su cuerpo fue deslizándose lentamente hacia el suelo,
formando un patrón concéntrico alrededor de ella. Cuando la última gota de
pintura abandono su cuerpo completando el grabado en el piso miro extasiada al
cazador y sonrió. -Ha llegado la hora, vas a ser padre al fin- Dijo la niña.
La sonrisa dibujada en el rostro del
hombre era evidencia de su orgullo y satisfacción por el acontecimiento que
tocaba a su fin, se puso en pie y agarro por el cabello a su esposa jalándola
hasta introducirla en el círculo de símbolos azules. Los dolores de parto
comenzaron casi de inmediato, forzando a la mujer a acomodarse y abrir sus
piernas en preparación del momento. La niña sonrió acomodándose de la mejor manera
en el suelo, justo frente a la mujer del cazador, mientras él se ponía a sus
espaldas permitiendo que la niña apoyase el peso de su cuerpo sobre sus
piernas, la niña lanzo un aullido animal y separo sus piernas, -Es
tiempo, el bosque te crio y te nutrió para que fueses su padre y me envió a ti
para ser su madre… él está por nacer, quien fue negado de la creación por sus
hermanos celosos de sus dones, él que guardo silencio y masco su rabia hasta
convertirla en pus negro que corre por sus venas, su momento ha llegado-
El vientre de la niña se movía como
si tuviese vida propia y un agudo estallido de dolor recorrió su espalda,
haciendo que nuevamente un aullido animal escapara de sus entrañas, por sus
muslos empezó a correr sangre espesa, negra y con un olor nauseabundo como el
barro de un pantano, la criatura se abrió paso hasta salir por completo del útero
de la niña, su llanto era una especie de graznido seco y agudo, su semblante
aunque humano más parecía el de algún animal del bosque, pues sus movimientos
eran rápidos y su mirada helaba la sangre.
El cazador corto el cordón umbilical
con su cuchillo y tomo al bebe en sus manos. -¡Mi
hijo!- Exclamo. El rostro de la niña
se llenó de ternura al ver la escena, -Es tu hijo, por ti él vive y a ti el
ofrecerá este mundo, has de educarlo y protegerlo pues muchos querrán
destruirlo y cuando sea un hombre el pondrá fin a todo lo que es y que nunca debió
ser-
El
cazador tomo nuevamente su cuchillo y con el abrió una herida en el vientre de
su mujer para luego introducir al recién nacido. -Ve
hijo mío, hemos preparado un festín digno de ti- La criatura se retorcía y agitaba
rasgando la carne del bebe no nato y las entrañas de la mujer que se ahogaba en
sangre y gemidos. La niña estaba de pie abrazada al cazador y juntos observaban
la macabra escena con placer en sus rostros. Y fue así que de la inocencia, la
confianza y el engaño vino al mundo un ser que esperaba nacer desde el inicio
de todo y que pondrá fin a todas las cosas.
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